Siguiendo los pasos del camino que un día abrió Juan Pablo II, el Papa visita Santiago de Cuba y se dirige al segundo estadio de su viaje a este país de contrastes, de luces y sombras. No es oro todo lo que reluce en Cuba, a pesar de que las imágenes que nos llegan estos días son de una aparente calma y libertad. El régimen mantiene bajo la alfombra disidentes políticos, familias enteras destrozadas por un régimen injusto.
No faltaremos a la verdad. Lo
cierto es que desde que Raúl Castro cogió el testigo, la dictadura comunista ha
ido abriendo la mano, dando pasos que no sabe a dónde llevarán, o si realmente
llevarán a algún lado. ¿Estamos asistiendo a la paulatina disolución del
régimen?... Sinceramente, lejos lo veo, peor no imposible.
Los
mensajes del Papa se han movido dentro de la corrección y la mesura. Es más lo
que se entiende entre líneas que lo que se dice directamente, aunque de forma
explícita también ha hablado: "Les invito
a construir una sociedad abierta y renovada,
una sociedad mejor, más digna del hombre", pero utilizando sólo "as armas de
la paz, el perdón y la comprensión".
Y ante
la Virgen de la Caridad del Cobre también
ha rezado "por los que están privados de
libertad, separados de sus seres queridos o pasan por graves momentos de
dificultad". A veces no sólo importan las palabras, también los gestos, las
actitudes. Del Papa no se puede esperar ni más, ni menos: una actitud de amor
extremo, aún sabiendo que los castristas yerran. La vía de la imposición
o del juicio directo no son respuestas del amor, ni tendrían un efecto positivo
en la población.
¿Cuánto
bien -que no sabemos- estará haciendo la visita del Papa a esta tierra, a este
pueblo lleno de gente creyente?
Estos
días en twitter me impresionaba lo que contaba Yoani Sánchez @yoanisanchez, blogger de la Habana , que escribe en esta
red a través de sms del móvil. Contaba cómo sus abuelos tenían
que esconder sus crucifijos, o cómo "Mi abuela, catolica silenciada, que
murió antes del 4to Congreso PCC 1991, que comenzó a aflojar la intolerancia a
las religiones". O "Mi abuela se tuvo que tragar tantos rezos en los 60s, 70s y 80s. Cómo me
gustaría que viera esta visita".
Por supuesto, ella contaba lo que nosotros no hemos podido ver:
"Muchos impedidos de salir de sus casas,
otros arrestados en calabozos policiales, teléfonos cortados, advertencias
hechas".
Al ver las imágenes que nos llegan, una no
puede más que llenarse de alegría al pensar cuántas sonrisas estará devolviendo ahora el Papa, a cuántos cubanos, dentro y fuera de la cárcel.
Por todos
los que allí sufren. Por un pueblo que se merece más. Por la auténtica libertad en Cuba. Por ellos, estas líneas.
A.M.M.